«El canto coral hace aflorar sentimientos que creemos perdidos pero que están guardados»
Miguel Ángel Soto, tenor
Una de las personas más queridas de la cuerda de tenores es Miguel Ángel Soto. Su compañerismo, simpatía y buen hacer son muy valorados por sus compañeros de cuerda y, por extensión, por el Orfeó Valencià al completo. En esta breve charla nos cuenta sus experiencias con la música, el canto y el Orfeó.
¿De dónde viene tu afición por cantar?
Como a todos, hay cosas de nuestra infancia que nos van marcando sin darnos cuenta. En mi casa la música ha estado siempre presente, sobre todo en las voces de mis padres. Los dos cantaban muy bien. Mi madre hubiera sido una buena contralto y mi padre lo mismo como tenor, muy afinaditos ellos. Las coplas y los tangos pululaban por el aire mezclándose en nuestros oídos infantiles. Luego, ya en el colegio de Salesianos hubo un profesor (Miguel Blanco, que luego sería componente de Al Tall) que me enseñó los primeros acordes de guitarra que me abrirían a un mundo musical, de amistad e incluso amoroso.
Junto con unos amigos formamos un grupo “Folk protesta” llamado Tierra Húmeda (no lo busquéis que no lo encontraréis…) en el que cantábamos canciones de grupos pioneros en ello como Jarcha, Aguaviva, Nuestro Pequeño Mundo… Incluso nos contrataban para bodas: ¡¡¡Fue mi primera incursión en este maravilloso mundillo!!!
Después inicié los estudios de conservatorio y el curso de Especialización en Educación Musical pude obtener plaza como Maestro de Música y ejercer como tal en Infantil y Primaria durante casi 25 años.
¿Cómo te iniciaste en el mundo coral?
Pues, como decía, la cosa fue a más y ya me introduje en este mundo en el Coro de Salesianos, luego en la Capella de Sant Sebastià, Participativos de El Mesías … Un antiguo orfeonista nos propuso entrar a José Antón y a mí en el Orfeó porque hacía falta tenores y… ¡¡¡ya estoy aquí 17 años!!!
Siempre me ha cautivado el mundo coral pues lo he visto a menudo como un castillo de fuegos artificiales, cada cuerda una voz, un color, una altura, una forma, una sensación, que van dibujando un cuadro sonoro dentro de nosotros y hacen aflorar sentimientos que a veces creemos perdidos pero que están guardados.
Y como si yo mismo hubiera vivido en otras épocas pasadas, la música antigua hace transportarme como a un desván interno en el que siento muy bien, como en casa. Y claro está, volví a “pecar”. Nuestro compañero Félix Moya me propuso participar en un coro de cámara, “Quadrivium Música Antigua” donde coqueteamos con la polifonía del Renacimiento y Barroco español, y en el que todos disfrutamos a lo grande. Lo intento compaginar lo mejor posible con mi vida personal.
¿Recuerdas cómo fue tu prueba de acceso y tus primeros ensayos y conciertos con el Orfeó?
¡¡Cómo no!! Al Orfeó yo lo veía 30 peldaños por encima de donde yo me consideraba estar, así que, muy dubitativo, hice la prueba con Josep Lluís pensando que no la pasaría y que me iría por donde había venido. Recuerdo que canté Lucía, de Serrat, la mar de tranquilo. A los dos días, estando en el colegio, me llamó el Mestre para decirme que estaba admitido. ¡Me pareció un trofeo fabuloso!
Los dos primeros conciertos míos con el Orfeó fueron en Dènia, Campanades a Morts, con Lluís Llach y La Creación de Haydn, en el Monasterio de Tavernes de la Valldigna, todo ello a los dos meses de entrar en el Orfeó.
¿Cuál es el concierto que más recuerdas?
Todos los conciertos tienen su aquél y sus mariposas en el estómago y, en cierto modo, todos son como el primero. Pero recuerdo los maratones de conciertos que aún pude disfrutar y que ahora parecen impensables por el cambio de circunstancias. En un fin de semana, en época navideña, recorríamos Sevilla, Madrid y La Coruña. En el siguiente, Barcelona, Coruña y Bilbao… Palma de Mallorca, Oviedo… y así un par de años. Aunque uno de los que recuerdo con cariño es la Misa Tango. Y, por supuesto, el Requiem de Mozart. ¡Todo un reto!
¿Cómo ves al Orfeó? ¿Qué ha cambiado desde que entraste en él?
A pesar de las actuales circunstancias en las que nos encontramos, hay que poner en valor que el Orfeó tiene un pasado impresionante (51 añazos) en el que ha habido muchas personas que han dejado su voz y su impronta para dejarlo en el lugar en el que está. Tiene un presente interesante, en el que día a día se llenan las gradas de caras nuevas para dar rienda suelta a esa afición común que nos une, y sobre todo auguro un extraordinario futuro porque no paran de entrar personas con esa ilusión por formar parte de esta estupenda familia unida por el canto y que es crisol de buenas y verdaderas amistades. Me dejo para el final, pero no menos importante por ello, la función de nuestro Mestre, Josep Lluís, que es capaz de canalizar esa nuestra ilusión de manera certera, con el saber y la paciencia que le caracteriza para crear belleza sonora con nuestras voces. Y claro está, Jesús Debón, nuestro pianista de cabecera, entra en el mismo pack.
Por definición de grupo abierto y vivo, es normal que cambien las personas del grupo, pero el espíritu del Orfeó permanece, así como las relaciones interpersonales que se van creando y que lo consolidan. ¡Por mucho tiempo!
3 comentarios
Mayte Esteve · diciembre 10, 2023 a las 1:03 pm
Muy interesante, Miguel Ángel. Me alegro mucho de ser compañera tuya. Enhorabuena.
Xema Zapater · diciembre 11, 2023 a las 12:27 pm
Gran company i gran persona. Imprescindible en la corda i imprescindible en el grup. Un gust compartir viatge amb «Juan Miguel» 😉
Rosa · diciembre 13, 2023 a las 11:55 am
Qué bonito todo lo que dices. Así me siento a veces, como tú. Gracias.